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Fiesta del Señor de los Milagros: Un Legado Familiar en San José

En el corazón de Michoacán, México, en un pequeño poblado alejado de las grandes ciudades se reúnen varias comunidades vecinas para celebrar la festividad “Del Señor de los Milagros” o mejor conocido como el día de “La Exaltación de la Santa Cruz”. La Exaltación de la Cruz honra la Cruz de Cristo, un instrumento hecho sagrado por el ofrecimiento que el Señor hizo de sí mismo para nuestra salvación. Lo celebra la Iglesia Católica el 14 de septiembre.

Esta gran celebración, que incluía vestir coloridos trajes típicos,  adornar el lugar con el característico y colorido papel picado, así como un hermoso altar adornado con flores, telas y velas. En el centro, un estante resalta la hermosa Cruz que se exalta en este día, junto a la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe. Se anuncia la festividad con el sonido de cohetes, señalando a todos los pueblos vecinos que están invitados. Se prepara comida y bebida para quienes deseen unirse a esta celebración. La música en vivo comienza a sonar, con guitarras, arpas y violines y se forman dos largas filas de danzantes que impulsados por su inmenso amor y profunda devoción, elevan una oración danzando en acción de gracias por todos los favores recibidos.

Durante muchos años Mi abuelo, un hombre de profundos valores religiosos, por encomienda de su padre era el responsable de organizar esta importante celebración, hasta que, en su avanzada edad, cayó enfermo. Sabiendo que su tiempo en este mundo llegaba a su fin,  confió a mi padre la importante tarea de continuar con esta tradición, entregándole el crucifijo que había custodiado con tanto fervor. Por las décadas siguientes mi padre organizó la misma celebración, respetando todos los elementos tal como su padre lo había hecho, y nosotros, sus hijos, nos convertimos en parte de esta significativa tradición haciéndola parte integral de nuestra familia.

Crecí participando en esta hermosa celebración que llenaba de alegría mi corazón,  al inicio de la festividad, no era extraño ver a los niños ayudando a picar el papel y decorando el altar, para después danzar junto a los adultos, quienes con cariño y paciencia nos enseñaban los pasos de la danza que parecían simples pero que para una niña de tan solo cinco años eran complicados, pero que nos sentíamos muy orgullosos de aprender. La preparación de la comida era un aspecto importante de esta celebración y era un momento de compartimiento en la cocina donde  se compartían recuerdos e historias de esta bella tradición en el cual no podía faltar el pozole, tamales, champurrado y aguas frescas de frutas de temporada.

Hace ya más de 35 años que mi familia emigró a los Estados Unidos, dejando atrás nuestras raíces, familiares y amigos, y llevándose únicamente en el corazón los recuerdos, sueños y la esperanza de una vida mejor, sin olvidar nuestras tradiciones.

Hoy en día, mi padre tiene 90 años; aunque aún es fuerte, ha pasado la reliquia que recibió de su padre a mi hermano mayor, quien, junto a su familia, nos abre las puertas de su casa cada año para seguir danzando y celebrando con gran devoción a la Exaltación de la Santa Cruz en San José, el 14 de septiembre, con música, comida, un hermoso altar y las tradicionales danzas.

Hoy día, mis hermanos y yo sentimos la responsabilidad  de asegurar que esta tradición perdure a lo largo de las próximas décadas pasando la tradición a nuestros hijos. Es enriquecedor para nuestra familia saber que a pesar de la distancia y los retos que conlleva dejar tú país hemos logrado mantener vivas nuestras raíces y tradiciones, transmitiendo valores de fe  y unidad a nuevas generaciones.

Estas festividades son parte fundamental de la identidad cultural y familiar siendo un testimonio de amor, devoción y esfuerzo por recordar y honrar a quienes nos precedieron. La música, el baile y la comida son herramientas poderosas para preservar estas tradiciones y es maravilloso saber que podemos continuar con este legado es parte de nuestra cultura familiar por más de 150 años.

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